De nuevo son ellas, quienes, rebeldes, pueblan mis lábios de acertijos, circunloquios y disfraces.
Tiranas del corazón, conocedoras del pesar de un alma, son ellas quienes, de nuevo, se regocijan en su propia belleza, quienes, una vez más, elevan su cántico a la luna, susurran aduladoras al destino y pecan de silencio a los mortales...
Palabras, divinas palabras...
Reniego de vuestro reinado entre los hombres y pido,
por vez primera exijo,
que vuestra fuerza se apague,
que por un sublime instante
sea una mirada,
sea un gesto,
quienes tengan el poder de transmitir
lo que al corazón atormenta,
a la mente ofusca,
al alma ensombrece.
Que todo quede dicho en silencio,
en el absoluto silencio,
de la verdad,
de la noche.
Pero en vano son mi súplicas,
sé que de nuevo seréis vosotras,
armas de hiriente doble filo, quienes,
cubiertas de hipocresía,
entretejeréis de nuevo la armadura del silencio,
ocultaréis en vuestros giros aquello que él,
vuestro enemigo,
el corazón,
os implora susurréis sin máscaras,
sin disfraces.
Palabras,
tiranas palabras,
cobardes palabras.
Enoch
Enoch
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